Mucho se habla en nuestros días de la necesidad de ser un líder de calidad para hacer que nuestra empresa, departamento o equipo funcione de manera eficiente y sana. Hasta hace unas décadas la imagen que se tenía de un líder empresarial era que éste debía ser agresivo, inflexible con sus subordinados y que estableciera cierta distancia con ellos, manteniendo su status de superioridad.
Afortunadamente, gracias en gran medida al desarrollo de la sociología en el mundo laboral, el concepto de líder empresarial ha cambiado mucho. Sigue siendo igualmente cierto que éste necesita de ciertas habilidades para ejercer su función, pero en la actualidad se valora mucho más su capacidad de motivar, entender y valorar al equipo con el que trabaja, que la de imponer u ordenar.
Algunos mitos sobre el liderazgo:
- El liderazgo es innato. Tradicionalmente se ha creído que la capacidad de ser un buen líder estaba condicionada por el hecho de haber nacido con esa cualidad o no, y se le suponía propia de personas con carisma. Sin embargo, lo cierto es que la mayoría de los líderes efectivos no nacieron con esa cualidad, sino que lo son gracias al trabajo duro y a una gran capacidad de observar lo que ocurre a su alrededor.
- El liderazgo consiste en la posesión de poder sobre otros. Aunque evidentemente ser líder supone tener cierto poder en nuestras manos, no está directamente relacionado con el hecho de ejercer ese poder sobre otros. Estaría más bien relacionado con saber ejercerlo con otros, con los que se trabaja, en una relación de reciprocidad. Como queda demostrado a menudo, el uso de la manipulación o la coacción no suele traer buenos frutos en el entorno laboral. Un líder efectivo buscará el consentimiento del grupo y siempre buscará el interés común (la consecución de los objetivos anuales del departamento, por ejemplo).
- Los miembros de grupos muestran oposición hacia los líderes. Muchas investigaciones demuestran que la gente prefiere trabajar con líderes que sin ellos, sobre todo cuando se trata de desarrollar tareas complejas. La razón principal de esta necesidad es que un buen líder es capaz de coordinar de manera efectiva el trabajo de cada uno de los miembros del equipo, ayudándoles cuando sea necesario y marcando ciertas directrices comunes.
Teniendo en cuenta la falsedad demostrada de estos mitos, un buen líder en la actualidad no se define por su carisma, sino por su capacidad de transmitir desde la confianza, la credibilidad y la cercanía cuáles son las tareas a desarrollar, cómo desarrollarlas de la manera más efectiva y ayudar a conseguirlo. Para ello, siempre deberá hacer sentirse como esencial y valorado a cada uno de los miembros que formen parte de su equipo de trabajo (el individuo) y, al mismo tiempo, incitará a una estrecha colaboración entre todos ellos (el grupo).
Así, un buen líder empresarial tratará de inspirar a los trabajadores, apoyarlos, pero no imponer o instruir sobre cómo deben hacer las cosas. A fin de cuentas, los trabajadores son profesionales en un área específica; nadie mejor que ellos mismos para conocer cómo deben realizar su trabajo. Lo que necesitan es un factor motivador, que les aliente a tomar la iniciativa, en un marco de trabajo donde tengan cierto margen de libertad para actuar.
En resumidas cuentas, un buen líder en el entorno empresarial será aquél que sea capaz de crear un clima de confianza y respeto mutuo entre él y los trabajadores a su cargo.