Es tal el boom de las redes sociales y su consolidación en la sociedad, que el mundo empresarial no puede quedar exento de estar dentro de un ágora donde los ciudadanos interactúan entre sí y ponen de manifiesto sus preocupaciones, gustos, pensamientos y retos personales.
Todo un mundo marcado por un target potencial que, bien podemos entrar en contacto con él mediante redes generalistas, (véase Facebook, Foursquare, twitter) o bien, optando por redes especializadas y más segmentadas (casos de Linkedin, Xing) que facilita una criba de intereses y necesidades para sus usuarios.
Lo que queda claro es, que una empresa, antes de actuar en el mundo on-line, debe de plantearse dónde, cuándo, cómo se dirige y para qué. Y sobre todo, valorar si es un ámbito donde va a encontrarse con su público y va a generar valor e incluso nuevos clientes, o bien, todo es fruto de una osadía que por moda y por no estar por detrás de nuestros competidores. Dediquen cinco minutos a buscar por Facebook páginas de empresas medianas de marcado carácter amateur y mal gestionadas, y se sorprenderán de lo fácil que es encontrarlas.
Quiero que mi empresa esté en la red.
En el caso de detectar la necesidad de operar en el mundo on-line, el primer paso se encuentra en crear un plan de medios sociales, siendo este desarrollado y planteado por los profesionales de comunicación de la empresa (no olvidemos que son los que saben comunicar y a quién) y además, contar con el apoyo de los responsables tecnológicos e informáticos, quienes ayudarán y a buen seguro cubrirán lagunas existentes en el planteamiento de cómo actuar ante un mundo on-line que se mueve entre las tecnologías y la información.
La decisión.
No queda más que indicar que estos mismos profesionales de comunicación, como conocedores de la empresa y sus características, deben de marcar la pauta sobre qué hacer con el plan de medios sociales y decidir sobre la opción de derivar este trabajo a gente de la propia empresa, o bien, derivarlo a empresas externas de comunicación on-line, que marcarán los objetivos a conseguir y las líneas a seguir para tener una presencia excelente en la red.
Una vez decididos y definidos los objetivos, llega el momento del plan de acción e implantación, donde por supuesto, el éxito residirá en la constancia en las comunicaciones y los aspectos de valor que podamos aportar a esta relación con nuestros clientes actuales y potenciales.
Dignidad interactiva
Las empresas deben de aprender a utilizar las redes sociales como un elemento de comunicación que ayude a crear un valor que alimente la fidelización al producto y a la formación de marca (branding) de la empresa.
Lo que queda claro es que, tanto una Pyme como un profesional autónomo cuyo sector poco tenga que ver con el mundo tecnológico y que además, carezca de una marca corporativa fuerte o unos responsables para desarrollarla, debe de plantearse mucho el hecho de estar en las redes sociales.
Muchas veces, el querer comunicar por un canal que no es el conveniente, no hace más que sacar a la luz y evidenciar las carencias de una empresa que, con toda su buena fe por avanzar y crecer, no hace más que crearse una imagen negativa por su desconocimiento del medio.
Así pues, a la hora de estar o no en las redes sociales debemos tener en cuenta si nuestra empresa tiene posibilidades reales de promoción, captación y fidelización de socios a través de ese ellas. Si la respuesta es positiva, el siguiente paso será decidir, como hemos visto, qué quiero comunicar y cómo voy a hacerlo (tarea para la que necesitaremos el asesoramiento directo de nuestros profesionales de comunicación y expertos informáticos).
Por último, deberemos tomar la decisión de si la gestión de nuestras redes sociales será llevada a cabo por personal interno de la empresa, o bien lo externalizaremos a empresas especializadas en comunicación online.
Y un último factor esencial: nuestras comunicaciones a través de redes sociales deben de ser constantes, o nuestros clientes y potenciales perderán el interés por nosotros, con lo que habremos hecho una inversión (de personal, tiempo, o incluso económica) que no habrá servido para mucho.